Siete jarras encantadas

Siete jarras encantadas

Siete jarras encantadas

Mis últimas semanas están llenas de encuentros, citas y conversaciones con gente conocida desde siempre, con personas encontradas últimamente, en las relaciones familiares, sociales, de amistad y de toda índole.  Ya que este tiempo ha pasado entre viajes y diferentes gestiones, he recogido varias experiencias.  De repente, me acordé de un cuento sapiencial oriental que me ha servido de reflexión y me permito, Querid@ Lector@, contarte esa historia.

Un sabio sultán tenía un administrador de la corte, hombre bondadoso, alegre y amable. Aquel administrador gozaba de sus hijos, de un cómodo palacio, del respeto de la gente del servicio y, sobre todo, del amor de su bella esposa. Como era un hombre bueno y tranquilo, no se metía en las intrigas del palacio, no tenía enemigos y disfrutaba con tranquilidad de su felicidad y de la confianza del sultán. Hasta que una tarde le visitó de repente un genio y le dijo: Ya que escuché tantas cosas buenas de ti, quiero dejarte siete jarras llenas de monedas de oro. Estarán en tu tesorería mañana por la mañana. El administrador tenía poca confianza en los genios, pero al día siguiente las siete jarras grandes llenas de monedas de oro estaban en la tesorería. Sin embargo, al mirar cada una, el administrador notó que una estaba solamente medio llena. Eso no le gustó, pero, por supuesto, el genio había desaparecido y no se podía reclamar. ¿Qué hacer en tal situación? El mayordomo decidió llenar el vacío por su cuenta. Cuando llegó el día de pago, lo echó en la jarra, e incluso la bonificación completa y la pequeña asignación que el sultán había preparado como obsequio para los niños. Asimismo, su esposa no recibió ningún regalo, aunque antes era su práctica habitual. Después de un tiempo, obtuvo una herencia inesperada y también la utilizó para comprar monedas de oro, que arrojó en la jarra ya conocida. Y, por supuesto, miró adentro para asegurarse de que estuviera llena. Pero para su sorpresa y desesperación, todavía faltaba la mitad. El mayordomo comenzó a sospechar de sus familiares, e incluso contrató a un guardia especial y echaba todas las monedas en la jarra, pero esta no se llenaba. Se puso triste, taciturno, grosero con sus hijos y esposa, mezquino y codicioso. Pidió un aumento al sultán y, como era un buen servidor, lo consiguió y además fue un aumento generoso. Pero no ayudó nada. La jarra no quería llenarse. Él, que siempre había sido generoso y justo, comenzó a explotar a los demás, todo el tiempo estaba de mal humor y pensaba constantemente en cómo llenar el maldito cántaro.

Llegó a tal punto que empezó a robar a su amo, pero eso tampoco ayudó: en la jarra siempre faltaba la mitad de las monedas. Las quejas sobre el mayordomo finalmente llegaron al sultán y, como era un gobernante bueno y sabio, decidió hablar con su siervo. Durante la conversación, el administrador comenzó a quejarse de los tiempos difíciles, habló sobre sus necesidades y volvió a pedir un aumento. El sultán pensó por un momento y de repente le preguntó: ¿Acaso has encontrado a un genio que te dio siete jarras llenas de monedas de oro? El mayordomo se quedó en silencio y después de un momento respondió: La cosa es que una jarra está medio vacía. El sultán sonrió y dijo: Y tú quieres llenarla. Conozco a ese genio, también vino a mí, pero yo le pregunté si podía usar estas monedas o simplemente tenerlas. Entonces desapareció y no regresó nunca. Esta jarra nunca se llenará y tú no puedes usar estas monedas. ¿Para que las quieres si no puedes usarlas?

El mayordomo de repente comprendió todo. Mientras no tenía cántaros con monedas de oro, era un hombre feliz, no le faltaba nada y disfrutaba con todo. Desde que sus pensamientos estaban enturbiados por el deseo de llenar la jarra con oro no podía disfrutar de nada, todo lo que poseía le parecía poco, escatimaba en todo. Solo pensaba en el cántaro medio vacío; olvidó incluso que los seis restantes estaban llenos, y ese último también, a la mitad. Se olvidó de sus hijos, de su esposa, de sus amigos… ¿Cómo pudo ocurrir esto?

Le pidió tiempo libre al sultán y volvió a casa corriendo. Entró en la bóveda y sacó las jarras. ¿Qué hizo con ellas? El cuento no lo menciona; ¿acaso repartió las monedas o el genio volvió a por su propiedad? Eso no lo sabemos. El hecho es que a partir de ese día, la paz, la alegría y la prosperidad regresaron a su hogar, y la libertad y la gratitud regresaron a su corazón.

 ¿Por qué te he contado este cuento de hadas? Porque he conocido a interlocutores parecidos al sabio sultán, que no quería jarras con monedas de oro que no se pudieran usar. Sin embargo, con la misma frecuencia, me he encontrado con otros que parecían tener escondidas jarras llenas de oro, especialmente aquella medio vacía. Envidiando a los demás, inmersos en el cálculo constante. Peor aún, porque no contaban tanto las “monedas” que tenían, sino las que pensaban que deberían tener. Gente que se centra en repetir una letanía de cosas que no tienen. Y no me refiero solo a cuestiones materiales. Porque se puede tener «jarras» escondidas con ideas particulares sobre cómo deberían ser mi familia, marido, mujer, padres, hijos, mi propia apariencia, la realidad que me rodea, e incluso el mundo, mi país o los políticos que lo gobiernan en este momento. Centrados en lo que no hay, no ven ni valoran lo que hay. 

PIENSA EN TUS TARROS DE ORO. ¿QUÉ ESTÁS ECHANDO ALLÍ? ¿CUÁNTOS SON Y QUÉ VALOR TIENEN PARA TI? ¿QUÉ ES LO QUE REALMENTE TIENE VERDADERO VALOR PARA TI? 

Siete jarras encantadasPorque puede suceder que, absorto en mirar el «cántaro» en el que falta algo, te olvides de los llenos. Aunque no nos guste admitirlo, nuestros pensamientos, expectativas y deseos a menudo se convierten en una trampa, en una «jarra encantada» que nunca se llena. Nos obsesionamos con lo que pensamos que nos falta, olvidando lo que tenemos, lo que vale, lo que más nos importa. Al perseguir una pequeña quimera pierdes tiempo, energía, amor e incluso te arriesgas a perder cosas realmente valiosas.
Para junto a tus jarras y míralas desde una perspectiva más amplia. ¿Quizás alguna contiene solo basura? ¿Quizás tu tiempo debería administrarse de manera diferente?

 

 

Hoy, sitúate junto al administrador del palacio y saca a la luz las jarras con los tesoros que estás recolectando.
¿DE TODO ESTO, QUÉ RESISTIRÁ LA PRUEBA DE TIEMPO? ¿QUÉ SOBREVIVE? ¿QUÉ DECISIONES TOMARÁS HOY? ¿QUÉ HARÁS?

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