Arrojando piedras

Arrojando piedras

Hablando con una amiga, le di un consejo. Sentía unas emociones fuertes y destructoras que le provocaban dolores insoportables de cabeza. Para llegar hasta esas emociones tuvimos que volver a lo que las había provocado y así, cogiendo el hilo llegamos al ovillo. Mi amiga pertenece a ese enorme grupo de personas dispuestas a cargar con el peso de los demás, a sentirse culpable por las culpas y responsabilidades de los demás y a ocuparse tanto de los otros que ya no tiene ni fuerza ni tiempo para vivir su propia vida. Aun siendo una mujer de enorme valor en todos los aspectos, pide perdón todo el tiempo por su propia existencia, acusándose de todo y cargando de nuevo con las culpas de los demás. Ya que durante la conversación salieron a la luz algunas migajas de esa realidad de su vida y como, además, me contó que algunas emociones y pensamientos literalmente la sofocaban, le di el mencionado consejo.

Le enseñé un método muy simple para ayudarse uno mismo en el momento en que los pensamientos, las emociones, ansiedad, miedo, culpa o lo que sea, quieren estallar en nuestra cabeza y no hay manera de distanciarnos de ellos.

El método consiste en irnos de paseo, solos y, si es posible, a un lugar tranquilo y apartado. A mí siempre me ayuda la compañía del agua. El agua tiene una energía que puede transportarnos a otras realidades, una energía de purificación y de transformación. Entonces, si puedo, busco un río, un arroyo o una laguna. Y si tú, Amig@, eres afortunado o afortunada y estás en la costa, puedes ir también a la playa. Vete con la intención de despedirte de los sentimientos o pensamientos que te atormentan. Y si es el caso, ve también con la intención de despedirte de la persona que (según parece) había tomado posesión de tu propia cabeza y establecido allí su estancia. Coge una piedra y descarga sobre esta piedra lo que te pesa. Nombra todo lo que quieres descargar y arrójala muy lejos de ti. Si estás en la ribera de un río o en la playa, arroja las piedras al agua. Permite que tu cuerpo sienta esa emoción, hazte muy consciente de ella y luego descarga toda esa energía en la piedra. Y arrójala. Piedra por pierda, tomando tantas piedras como necesites para descargar en ellas las emociones o los pensamientos que te atormentan por dentro; sin prisa, pero con la máxima consciencia. Mira cómo se hunde, cómo el agua se la lleva, cómo desaparece… ya no existe. Permítete sentir ese vacío libertador, esa sensación de agilidad y de libertad. No te cortes. Piedra a piedra, todas las situaciones que quieras despedir, descarga cada una en una piedra. Las palabras oídas que no puedes olvidar, las emociones o hechos, dándole nombre, permitiéndote sentirlos en el cuerpo y luego liberándolos. Observando cómo se alejan y cómo desaparecen.

Le enseñé entonces este simple pero muy eficaz método a mi amiga, y en alguna otra conversación volvió el tema. Ella me contó sorprendida que mientras lo hacía sentía cada vez más enfado, más ira. ¡Pues claro!, si tienes un depósito enorme y toda la vida metes allí toda la basura que encuentras y nunca te ocupas de hacer limpieza ni de ver lo que habías metido: ¿cómo crees que está ese lugar? Si por fin quieres abrir la puerta o algún ventanuco para permitir entrar la luz, realmente te puedes sorprender o asustar. Pero hay que hacerlo, y no solo una vez en la vida, sino con mucha más frecuencia.

El método que le indiqué a mi amiga puede servirte también a ti, Querida Lectora y Estimado Lector.

Es simple pero eficaz y puede servirnos no solo para descargar las emociones que nos abruman, sino también para aclarar los pensamientos cuando entramos en bucle y no somos capaces de distanciarnos de ellos. A veces la necesidad de tomar una decisión difícil puede provocar en nuestra mente un bloqueo. Nos identificamos con el bucle en el que entramos de tal manera que ya no somos capaces de distanciarnos de él. El método que te acabo de enseñar también puede servirte en estos casos. Puedes descargar tus pensamientos en las piedrecitas y, arrojándolas lejos de ti, ser capaz de tomar distancia y de tomar conciencia.

No eres tu pensamiento confuso, no eres tu miedo, ni tu duda. Eres mucho más, así que hazte consciente de eso. Tomas distancia y ves tus pensamientos y sientes tus emociones, pero tú no eres ni pensamiento ni emoción. Eres mucho más, date cuenta de ello.

Si no quieres arrojar piedras puedes escribir una carta o mejor dicho un documento, un decreto. En este documento pon tus datos personales arriba y escribe debajo todo lo que deseas liberar en tu vida, de tu cuerpo y de tu mente. Al comenzar, describe lo que te ha pasado o lo que sigue ocurriendo. Nombra las emociones que has sufrido y detalla lo que esas emociones o hechos han provocado en ti. Permítete sentirlo de nuevo. Luego libéralas.

Explica que ya no las necesitas y que despides todas las emociones que te causaron dolor y te hicieron daño. Aclara que desde ahora tendrás otros principios, pon esos principios por escrito. Puedes acabarlo con alguna afirmación, por ejemplo “de hoy en adelante quiero abrirme al amor”, “mi vida estará llena de paz”, “puedo ser feliz” o lo que mejor corresponda a tu ser. Luego quema esta carta y permite que se diluya todo su contenido. Siente en lo profundo de tu ser que el pasado plagado de miedos, vergüenzas, culpas o penas, dejó de existir.

ERES LIBRE. PUEDES EMPEZAR DE NUEVO.

Estamos en el umbral del verano. Hazte un enorme regalo y empieza de nuevo. Te lo mereces.

Y si necesitas ayuda, ya sabes dónde buscarme.   

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