Arriba los corazones

Arriba los corazones

Arriba los corazones

Hace unos días tuve una pequeña conversación con una conocida, que me ofreció un décimo de la lotería navideña. No soy aficionada a las loterías, ni siquiera a la de Navidad, pero cualquiera que viva en España sabe hasta qué punto la lotería en torno a la Navidad ha entrado en la cultura popular, la costumbre y hasta la vida social y familiar. Los amigos, familiares, clientes o miembros de diferentes ámbitos se regalan, se ofrecen, comparten sus décimos o participaciones y eso hasta puede, en cierto sentido, fomentar la vida social y las relaciones. La señora que me ofreció participar enseguida me advirtió de que, si no lo compraba en ese mismo momento, puede que ya no pudiera comprarlo porque había traído solamente tres décimos, es decir, la mitad de lo que solía. Porque la gente no compraba. Cuando le comenté que, en realidad, no había motivo para eso, me dio una descripción corta y muy acertada de todo lo que se respira: Es que estamos tristes. ESTAMOS TRISTES.

Qué buena y que acertada diagnosis. La tristeza se respira y se ve en muchos ojos. Surge de los análisis que los medios de comunicación vierten constantemente en nuestros oídos y en nuestras mentes. Se la puede detectar en muchas conversaciones, en los momentos de tensión, en discusiones repentinas y surgidas de la nada. ESTAMOS TRISTES y, como una expresión de ese estado de ánimo, oigo en numerosas ocasiones y de diferentes labios: Total, ¿qué más da? Estamos tristes y no tenemos ganas de hacer fiestas, de regalar nada a nadie, de compartir; en ocasiones ni siquiera una sonrisa, una muestra de cariño o una disculpa. Y todo porque estamos tristes y tenemos motivos de sobra para estarlo.

Querid@ Lector@, tú también y yo, todos sin ninguna excepción, sentimos el peso de la difícil situación que sin culpa ninguna por nuestra parte tenemos que afrontar. La amenaza constante y vaga que vivimos, las dificultades o privacidades de toda clase que sufrimos hacen temblar muchas supuestas e ilusorias seguridades y nos exigen mucho. Meses y meses esperando la mejoría de la situación, una vacuna, un milagro o cualquier cosa que nos haga respirar con más tranquilidad y, sin embargo, parece que seguimos en el mismo lugar. Estamos tristes porque esperábamos que no fuera así.

Amiga y Amigo, trabajando en alguna ocasión con mis emociones vi como mi tristeza se levantaba como una enorme ola gris, una niebla fría y húmeda que quería envolverme y arrastrarme dónde ya no se veía ni se vivía nada más que esa sensación de abandono e impotencia, ese sentimiento de que eso es todo. Una experiencia fuerte y de mucho valor. Cuando la separé de mí (hablo de la tristeza,) pude darme cuenta de que de mí dependía darle a esa ola el poder de arrastrarme o no. Y de mí dependía qué quería hacer con esa tristeza, si me ayudaba en algo o simplemente me hacía daño.

Arriba los corazones

Por tanto, te propongo que te respondas con mucha sinceridad y honestidad a ti mismo. De uno a diez, considerando el uno como nivel más bajo y el diez como nivel más alto ¿Cuánta tristeza hay en tu vida?  Si está por encima del cinco, toma un lápiz y escribe tres razones por las que la sientes. Luego, visualízala, hazla sentarse en la silla a tu lado y habla de tú a tú con ella. Pregúntale ¿en qué te está ayudando, para qué te sirve? ¿Cómo la alimentas? ¿Cómo cambia tu vida? ¿Cuánto poder le das? Escucha sus respuestas con mucha atención. Pregúntale cuánto te ayuda a afrontar los problemas que se presentan, cómo te ayuda a mejorar las relaciones con tus seres queridos, con otras personas.

REPITO: DE TI DEPENDE EL PODER QUE LE OTORGAS.  


Realmente: ¿quieres depender de su poder? Si no es así, despídela asegurándole que tú puedes y quieres vivir sin ella. Mírala como se aleja de ti y dile adiós.

Cuando parece que todo va ya tan mal que peor es imposible, LEVANTA LA CABEZA, PONTE DE PIE, mira al cielo y acuérdate de que el sol siempre brilla por encima de las nubes, no importa cuán gruesa sea su capa. Sonríe y sal, intentando sobre todo salir de tu jaula interior.

No resolvemos los problemas de cada día usando la tristeza y el desánimo como armas. Parece una observación banal pero es cierto: VENCEMOS LA OSCURIDAD ENCENDIENDO ALGO DE LUZ. No eres una planta de energía eléctrica pero seguro que tienes una vela, una linterna o, por lo menos, una cerilla. Enciéndela. Enciende la luz en tu vida, en la vida de tus seres queridos, en tu trabajo, donde estés.

Arriba los corazonesHaz un plan mínimo, solo para un día:

 ¿Qué clase de luz puedes encender?
¿A quién vas a llevar esa luz?
 ¿Qué formas concretas puede tener la luz que tienes dentro?

Querid@ Lector@, levanta la cabeza y sonríe al sol que está detrás de las nubes, ponte de pie y sonríe a tu propia cara visible en el espejo, mira a los ojos del que está a tu lado y no desvíes la mirada, transmítele bondad y comprensión.

Haz otro plan para tres días, luego para una semana, un mes, un año…


Recuerda, EL CAMINO SE HACE CAMINANDO.     

3 Comments
  • Kitty Whiby
    Posted at 03:36h, 08 diciembre

    i love this terrific article

  • dublaj izle
    Posted at 05:15h, 10 diciembre

    Hello, yup this post is really nice and I have learned lot of things from it concerning blogging. Jordain Kaine Gereld

  • Ela Niedźwiecka
    Posted at 11:25h, 15 diciembre

    Hola, me alegro que te haya servido, lee otros post de mi blog, un saludo, Ela